Non ducor duco*

 Acá todavía es de noche

Ayer no caminé tanto así que no puedo seguir durmiendo

6:30 ahora mismo

6:23 cuando vi el reloj

Vengo de días de soñar mucho (dormida), muy vívido, muy violento. Pienso que tal vez el shock de información haya alterado al cerebro y esté en modo alerta y en modo ataque como si la pasividad del día (cintura para arriba) con tanto input lo vuelva loco de noche. 

Locura es São Paulo. São Paulo no para. No puede darse el lujo de parar. Para eso está São Sebastiao. O así dice el dicho popular. Y refiere a Río de Janeiro, porque São Sebastiao es su patrón. Una pica que se repite en otras latitudes entre quienes viven del mar y la playa y quienes trabajan en las selvas de cemento. 

Dos santos que sin embargo tienen muchos puntos de contacto. Como cualquier dúo con una atracción fatal. Son mártires, son metrópolis, son famosos, vienen de Roma y del inicio de la fe cristiana, de la cual fueron gran testimonio por ser fieles a Cristo. Ese enorme que se levanta entre los morros cariocas y se mezcla en las iglesias brasileñas que aún quedan para su veneración. 

Sebastián no era su nombre sino su rango en las huestes del emperador Diocleciano. La ciudad carioca fue arrebatada a los franceses en su día, en una fundación castrense. São Paulo, en cambio, celebra su aniversario en el día de la conversión del santo, el día elegido para inaugurar la municipalidad. Una fundación planificada, institucional y jesuita. 

“Deixe a esquerda livre” como un mantra que se obedece a rajatabla en cada escalera mecánica paulista. En São Paulo se puede hacer de todo: sambar un domingo de madrugada, viajar sin cinturón, pasar los semaforos en rojo de noche, pero no se puede bloquear la escalera mecánica. Es un acuerdo social para moverse. Es un fundamento. Porque São Paulo no para. No puede parar. Es la única ciudad del Brasil que fue bombardeada. Tiene un cráter de meteorito de 200 metros de diámetro. Tiene 5200 panaderías. Más de 110 museos, 40 centros culturales, 80 bibliotecas, 280 salas de cine y 160 teatros. Un arte callejero incontable. La mayor oferta cultural de Latinoamérica. 


A São Paulo no la conduce nadie, Saõ Paulo conduce.



*"No soy conducido, conduzco" es el lema de la ciudad de São Paulo, divisa que acompaña el blasón de un brazo armado (el brazo de la conquista, el brazo bandeirante expedicionario, abrecaminos y lusitano) que empuña una espada. Símbolo de la ciudad desde 1917 cuando fue elegido por concurso público.


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