Volar

El avión despega, en silencio, las luces apagadas, es de noche, subo la ventanilla y es lo que más disfruto mientras me alejo del suelo, de la seguridad del suelo, de lo conocido, de lo transitado, de lo que no puedo escapar para siempre. Entonces, decía, subo la ventanilla y miro, cada punto de luz que se achica para mezclarse con otros y como lentejuelas del traje de un murguero unidos dan forma a lo que sea, a algo. Juego, adivino, van mutando y juego de nuevo. Me divierto por lo exiguo del momento, dura a penas unos minutos hasta que se funde todo en un negro profundo que, a veces, como si fuera magia, se empieza a salpicar de estrellas.

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