A la tarde, después del almuerzo, me llevaron
por primera vez a la República de los Niños, un parque temático y educativo construido
por Evita y Juan Perón en los años cincuenta cuando El General Perón gobernaba
el país y sancionaba una nueva constitución y ampliaba los derechos sociales y
construía una casa cada ocho horas y cuando nacía un nene o una nena le mandaba
una carta para decirle que tenía asegurada la educación y la salud.
Al final del día, después de pedir un deseo en la fuente -que se cumplió porque Perón cumple- después de entrar al museo
de muñecas, de subir al tren fantasma y a la calesita, de ir a los autitos
chocadores, de sacar fotos, de ver el atardecer, de comer panchos y pochoclos y
garrapiñadas y gaseosas, para cuando estábamos listos para dar por terminado el
paseo, nos sentamos en el piso de una cancha y miramos un rato las estrellas.
De lejos llegaba el sonido de los juegos
mecánicos iluminados y parecía una feria de esas que vemos en las películas de
afuera con los puestos de kermes para tirar cosas dispuestas en estantes y
ganarte osos de peluche enormes y comprar algodones de azúcar y comer helados
de colores y subirse en vestido a la rueda de la fortuna y que se quede arriba
y que el chico que te gusta te de un beso y que los de abajo aplaudan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario