INTRODUCCIÓN
En
el siguiente trabajo abordaremos los imaginarios y las construcciones de
sentido común de comerciantes de Flores en relación a la seguridad y el pasado
en torno a la plaza Pueyrredón. El trabajo se desarrolla en el marco de una
serie de cerramientos a otras plazas de la zona.
Como
puntapié al desarrollo de las entrevistas y a su posterior estudio nos hemos
planteado una serie de preguntas que, lejos de cerrar la discusión, buscan
abrir el análisis acerca de la construcción del sentido común.
“¿Cómo
se piensa la plaza ahora en relación al pasado? y ¿se hace referencia a
diferencias entre épocas anteriores y la actualidad en cuanto a la
‘inseguridad’?” Son preguntas que marcaron implícitamente el relato a lo largo
de las entrevistas. También tratamos de abordar la temática de la seguridad, en
relación a experiencias personales o de allegados, y la incidencia de la agenda
mediática en los discursos de los entrevistados. Por último tratamos de
vislumbrar el rol que, según los entrevistados le cabe a la policía.
DISEÑO METODOLÓGICO
Para
el análisis tomamos como objeto de estudio los imaginarios de sentido común que
tienen los comerciantes que trabajan en las cuadras que rodean a la Plaza Pueyrredón ,
más conocida como Plaza Flores. A partir de seis casos de entrevistas en
profundidad, con ocho informantes, buscaremos, a continuación, establecer a grandes rasgos – porque creemos
que ochos casos no representa generalidades-
cómo se conforma la relación otros (ellos)-nosotros, qué discursos se reproducen y en relación a
qué y, cómo se configura el imaginario: en torno a las personas que habitan
Plaza Flores y a la plaza como espacio público. La elección de los
entrevistados respondió a los tiempos del trabajo y a la predisposición de los
comerciantes
MARCO TEÓRICO
El
concepto de sentido común de Antonio Gramsci explica que “el sentido común no
es una concepción única, idéntica en el tiempo y en el espacio” y que “su rasgo
fundamental es el de ser una concepción disgregada, incoherente, inconsecuente,
conforme a la posición social y cultural de las multitudes de las que
constituye la filosofía”[1].
En relación a las entrevistas vemos presente en todos los casos las
incoherencias en lo que se presenta como solución a los problemas planteados en
torno a la plaza, o en el rol de la policía, el gobierno y los
particulares. Gramsci continúa diciendo
que “en el sentido común predominan los elementos “realistas”, materialistas,
es decir, el producto inmediato de las sensaciones elementales”[2]
algo que podemos ver conformado en las explicaciones esencialistas sobre la
“delincuencia” y la manera de reconocer o describir a un “delincuente”.
En
las entrevistas se vislumbra una idealización del pasado que puede relacionarse
a la característica conservadora del sentido común[3]-
para continuar la propuesta gramsciana- o con lo que plantea Immanuel Wallerstein,
hablando de raza, nación y etnia como los tres modos de construir la noción de
pueblo a partir de la cual uno se define[4].
La idea que Wallerstein propone es que, por un lado, esas categorías parecen
adquirir sentido porque “podemos emplearlas para explicar por qué las
estructuras actuales deberían ser sustituidas en nombre de realidades sociales
más profundas y antiguas, y por tanto más legítimas”[5].
Ervin
Goffman relata en sus textos que “los griegos crearon el término estigma para
referirse a signos corporales con los
cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de
quien los presentaba”[6].
En cuanto al estigma en sí lo define como
“un atributo que lo vuelve
diferente a los demás (…) para reducirlo a un ser inficionado y
menospreciado”[7] siendo algo “profundamente
desacreditador”. Atributos presentes en
las descripciones planteadas a lo largo de las respuestas del entrevistado.
Figura que puede asociarse al de “emprendedor moral”[8]
planteada por Becker y que corresponde a quién señala, con el poder de imponer
sobre otros sus normas, a la persona como desviada, entendiendo a la desviación
no como “el resultado de la acción de quien transgrede las normas, sino de la
imposición a un grupo de ciertas reglas como normales, a partir de los cual
todo aquel que se aparte de ellas será considerado desviado”[9].
Refiriéndonos
a la noción de identidad, Fredrick Barth señala que contamos con las categorías
de adscripción e identificación para poder delimitar un grupo, ambas
implican “ser cierta clase de persona,
con determinada identidad básica lo que también implica el derecho de juzgar y
ser juzgado de acuerdo a las normas pertinentes para tal identidad”[10].
Es en la delimitación del grupo, a partir de ciertas características, donde se
conforma el otro-nosotros: “para
afirmar los rasgos de identidad es necesaria la conservación de un límite que
es producido en el intercambio entre grupos. Los actores toman en cuenta
ciertos rasgos para categorizarse a sí mismos y a los otros con fines de
interacción y de organización”[11].
Esto se presenta en la mayoría de las entrevistas, en donde los entrevistados
admiten la presencia de un otro en
oposición al nosotros del que forman parte, así como ciertas categorizaciones
acerca de lo que es ser “gente” o “trabajador”.
Además,
Barth define dos conceptos, el de rasgos diacríticos entendido como “las
señales o signos manifiestos que tienen que ver con lo que los individuos
esperan descubrir y exhiben para indicar identidad, tales como el lenguaje y la
vestimenta”[12]; y
el de orientación de valores básicos conformado por “las normas de moralidad y
excelencia por las que se juzga la actuación de un sujeto de un determinado
grupo”.[13]
Como anteriormente dijimos, y marcaremos en el análisis, en las entrevistas, a
la hora de describir a los delincuentes,
se hace alusión a su forma de vestir y a sus comportamientos y conductas de forma
peyorativa, marcando la diferencia y excluyendo a ese otro de un nosotros -los
comerciantes-.
En
cuanto a la construcción social de la víctima, Esther Madriz nos plantea que
los miedos “desplazados” que el público tiene de la delincuencia conforman las
representaciones populares del delincuente. Algo que vemos plasmado en las
descripciones que realizan los entrevistados.
Por otro lado, y en referencia a lo visibilizado por los medios escribe
que “a la prensa le encantan las víctimas si son blancas, de clase media o
alta. Como los medios de comunicación divinizan a las víctimas blancas de clase
media o alta, las imágenes públicas de la Víctima reflejan jerarquías de clase, de raza y
de género”[14]. En
las entrevistas los ejemplos de víctimas hacen referencia a este tipo de
víctimas inocentes que Madriz define como “determinadas personas tienen más
probabilidades de ser víctimas de la delincuencia”[15]
a lo que agrega el concepto de víctima ideal de Nils Christie diciendo que “la
típica idea de la víctima ideal es la persona inocente que es robada, asaltada,
golpeada o muerta pero a la que no se puede culpar de su desgracia”[16].
El
concepto de imaginario social según Stella Martini, se define “por su
diferencia con la realidad; refiere a lo no real, a lo que puede ser producto
de la imaginación pero es creíble y verosímil para este grupo que lo ha
cristalizado”[17]
comprendiendo los imaginarios o representaciones “los efectos de sentido
producto del discurso”[18]. Al agregar que “los acontecimientos cuentan
menos que las representaciones imaginarias a las que ellos mismos dan origen y
encuadran.[19]” y
que “no importa tanto que pase realmente como qué representación se construye
de eso que pasa”[20],
damos cuenta la manera en la cual los entrevistados construyen su idea acerca
de la seguridad o el “delito”. Para Martini “hablar de imaginario social es
referirse a los sentidos presentes en un grupo social y que dan cuenta de la
percepción del mundo”[21]
en el caso del trabajo el grupo son los comerciantes de Flores y buscamos analizar
cómo perciben su alrededor, la plaza, quienes la habita, quienes están en el
barrio.
En
relación a las temáticas que surgen en las entrevistas está lo que Jorge Gobbi
y Stella Martini establecen como agenda pública y agenda-setting. La primera
sería “una lista de temas, de cuestiones a resolver, de problemáticas
pendientes”[22]
agregan que “se habla de agenda pública o de agendas sociales cuando se refiere
al conjunto de problemáticas o temas que preocupan y se discuten en una
sociedad o un vasto sector de ella y sobre los que se ha instalado un estado de
opinión”[23] algo
fácilmente identificable en las respuestas acerca de las problemáticas a nivel
barrial y nacional. Según Gobbi y Martini para armar una agenda se precisa
información y la misma “proviene tanto de los medios masivos de comunicación
(…) como de la experiencia directa de los propios sujetos o del relato de
experiencias de terceros”[24]
y estas experiencias son justamente las que se ponen en juego en la entrevista
a la hora de ejemplificar pero, en conjunto con la información proveniente de
los medios. Esto último tiene relación con la segunda agenda descripta: la
agenda – setting, definida como “el listado de los temas que los medios
jerarquizan como relevantes y noticiables en cada edición de su oferta
informativa al público”[25].
ANÁLISIS
¿Quién es el otro?
¿Quién el nosotros?
A
partir del análisis de las entrevistas podemos ver cómo los comerciantes se
agrupan tras un nosotros, “aquellos con quienes se comparte símbolos y valores
y a su vez por oposición forma un otros”[26]
dejando este último lugar para quienes habitan la plaza Flores o circulan por
ahí.
En
el nosotros entra el concepto de
gente: “gente que vienen a comprar”, “los vecinos”; donde la orientación de valores básicos está
atravesada por calificativos de “gente buena” “gente normal” “honesta”
“trabajadora”, “estudiosa”:
“La gente normal... que trabaja que estudia... no está en la plaza,
porque dejó de ir... porque están los otros...
los que no hacen eso, los que no
trabajan, no hacen nada por el país... los que no estudian, los que no le importa estudiar, los que le importa joder al prójimo... esa es la gente que
está”[27].
Y,
donde los otros se construyen en
contraposición a la gente “Los
derechos humanos están para los ladrones,
no para la gente”[28],
con calificativos del tipo “cualquier cosa”
“los ladrones” “los chorros” “drogadictos”.
También
se conforma a los otros, como en todos
los casos a partir de la diferencia, pero en estos ejemplos, a la diferencia de
nacionalidad:
“Estamos invadidos también eh. Yo siempre digo que ésta es la triple
frontera”[29].
“Yo lo que noto es que hay mucha mucha gente de países limítrofes,
indocumentados entre comillas, en al cual dejamos entrar - es lo que yo pienso-
para mi dejamos entrar a la basura de los países vecinos”[30]
La
contraposición limpio/sucio es otro eje que se utiliza para acentuar la
diferencia nosotros- otros (ellos); donde ellos son la basura, y donde la
suciedad, la mugre de la plaza se traspasa a quiénes la habita, caminan y rondan:
“yo te hablo de limpiar gente, a la gente que está todo el día acá haciendo
nada” y lo sucio como rasgo diacrítico “los vas a ver (…) andrajosos, sucios”[31], la basura “dejamos entrar a la
basura de los países vecinos” como diferencia. Respecto de lo limpio, entra en
las categorías de soluciones inmediatas al problema de la plaza y, por
contraposición, al decir que “ellos son sucios” están diciendo “nosotros somos
limpios” “hacemos pis donde corresponde” no como ellos que hacen “pis
en cualquier lado. Se sientan en un banco, las mujeres, se baja la ropa
el señor, y hacen pis. (…) Pusieron un baño de esos químicos, no, es más fácil sacar todo y hacer
contra un árbol o contra el subte”.[32]
Como
explica Martini en estos discursos se articula la identidad: la pertenencia a
un nosotros frente a un otro, el establecimiento de la
diferencia. Diferencia que termina por estigmatizar y marcar a quien no
pertenece al nosotros. Siguiendo a Goffman y, por otro lado a Becker -en el
texto de Kessler- el nosotros puede
asimilarse con la figura del emprendedor moral que marca la desviación del otro porque se supone como normal y,
tiene el poder para poner las reglas de lo no desviado. El otro entonces queda estigmatizado, marcado y, sobre todo excluido
de la identidad que conforma al nosotros.
Si como dice Goffman el estigma “designa preferentemente al mal en sí mismo y
no a sus manifestaciones corporales”[33] en los discursos de los entrevistados se ve
la relación con la delincuencia a quienes viven en la villa, duermen en la
plaza, no trabajan, se visten de determinada manera o inmigraron de países
limítrofes. En relación a las villas dicen, cuando se les pregunta por la
“inseguridad” cosas como “acá estas cerca de muchas villas”[34];
“Vos ves como vienen corriendo del tren para tomarse el 132 e ir a comprar
droga a la villa”[35];
“en esta zona estamos muy cerca del Bajo Flores que es donde está la villa
entonces, hay muchos oportunistas que vienen para este lado y hacen arrebatos”[36];
“la mayoría son chicos que viven en la villa 1-11-14” .[37]
Otro
eje utilizado para remarcar la diferencia –que puede sumarse al gente/ladrones-
es la categoría de ciudadanos que construye a su vez un implícito de no
ciudadanos: el conjunto nosotros se
compone de trabajadores que pagan sus impuestos- “nosotros pagamos impuestos, pagamos un montón de cosas
para que estemos bien”[38]
Creemos
que entonces, la diferencia, pero sobretodo, la polarización como explica
Madriz “La polarización de delincuente y víctima es inconfundible. Es
emocionalmente atractivo presentar la delincuencia como una batalla épica entre
el bien y el mal”[39];
es lo característico en la conformación de identidad donde el bien esta en nosotros y el mal en los otros.
Ideas de lo que es ser chorro y estar inseguro
Cuando
se pregunta en torno a la plaza surge en cambio una respuesta de que hay
problemas en relación a alguien: Plaza Flores es la gente que por ella pasa.
Los que habitan la plaza son calificados de chorros,
para los entrevistados son:
“gente de bajos recursos. Gente pobre, humilde y o sea te das cuenta,
la forma de vestir, (…) como se visten todos: pantalón joggin, la gorrita, la
remera. Tienen todos las marcas, falta
que tengan cartelito”[40]
“Visera, buenas zapatillas, ropa deportiva cara...”[41]
“En general, son adolescentes,
un poco más grandes un poco más chicos. (Con tono muy peyorativo) El físico con
la bermudita en la pantorrilla, la gorrita dada vuelta, es pero mirá típico,
típico, típico”[42]
“los vas a ver con los ojos agrandados de la droga, de la bebida... andrajosos,
sucios... es fácil individualizarlos”[43]
Esto
entra en relación con varios puntos abordados en el primer apartado del
análisis. En principio lo que hay es un imaginario compartido sobre lo que es
el chorro a partir de su vestimenta. La vestimenta es un estigma fácilmente
identificable por el grupo que conforma el nosotros
“yo no soy policía y me doy cuenta”[44]
y como un rasgo diacrítico que conforma en este caso a los otros.
Las
normas de moralidad, que entraría en la orientación de valores básicos, como
otro de los ejes para diferenciar otros/nosotros
y caracterizar a los chorros se ve en las respuestas en que los entrevistados
califican de “sucios” y “maleducados” a los chorros. Se valoriza entonces al
trabajo, el estudio, la limpieza, la honestidad, la vergüenza, el respeto como
calificativos que no pertenecen al otro, chorro.
En
relación a la inseguridad el imaginario es compartido y tiene que ver con la
incertidumbre, no saber qué puede pasarte, si volvés a tu casa, si mañana estás
vivo. Y persiste la idea de un sentido común pacato en relación a la figura de
plaza como lugar habitado por malos, lugar inseguro, que Madriz relata: “Como
se nos enseña que los delincuentes son desconocidos malvados que acechan el
parque- el psicópata el desempleado, el alcohólico o el drogadicto que sale de
las sombras-, debemos evitarlos todo lo posible. Por lo tanto, se nos dice,
quédate a salvo, sé una buena niña, evita los parques”.[45]
Definen
la inseguridad, aunque con dificultad, como el hecho de no poder “caminar
tranquilo porque sabes que algo te va a pasar”, como “hoy no sabes si te va a
pasar algo mañana (…) no podés estar seguro”[46];
“no estar seguro” más allá de lo económico. La proximidad a asentamientos hacen
también al concepto de “inseguridad”:
“No sé, es inseguro o sea acá estas cerca de muchas villas, hay muchas
casas tomadas, entonces terminas con que no sé (…) O sea eso es la inseguridad,
están continuamente paseándose viendo dónde está la presa”[47]
La
inseguridad también está asociada a la pérdida de valores, lo que significa es
que si hay una pérdida es porque antes había algo que ahora no está, en este
caso, valores.
Propuestas, soluciones y rol de la policía
En
los casos analizados, encontramos contradicciones propias del sentido común –
entendido en clave gramsciana- tales como la propuesta de
mayor control policial para mejorar la situación cuando las causas muchas veces
se relacionan con la falta de educación y el consumo de drogas: “Y porque no tienen
educación, porque se drogan”
“P: ¿Y qué
solución propondrías? ¿Cómo se podría solucionar esto que pasa en Plaza Flores? R: No sé, más policías, una cosa así, qué se yo. Para
asegurar un poco más a la gente”[48]
“P: ¿Y por qué
cree que está cada vez peor? R: Y porque no hay policía (…) Lo que pasa que
cada vez está peor porque cada vez hay menos policías en la calle. Cuando había
policías en la calle por lo menos como que se cuidaban un poco ahora ya a
cualquier hora en cualquier momento roban porque total saben que no pasa nada”[49]
“Y
no solamente tiene que haber más policías sino que tendrían que cambiar las
leyes porque son muy peor muy blandengues para la época que se está viviendo.
Tienen que ser leyes más estrictas”[50]
La solución que encuentran los
entrevistados a la inseguridad, es la presencia de más policías en la zona. Se
ataca al problema desde un lugar casual, y no causal. El imaginario social de
la inseguridad y los delincuentes está tan entramado con el sentido común que
se puede llegar a pensar que muchas personas piensan que hay gente que es
delincuente “porque sí”, y no por causas coyunturales sociales.
Además, se puede ver dentro del sentido
común de estas afirmaciones el fetichismo que se tiene hacia la noción de
policías, en un sentido en que los entrevistados sienten que la inseguridad se
pelea con policías, y mientras más policías haya vigilando la zona, menos
inseguridad va a haber. También plantean
el cierre de la plaza con rejas.
En la misma dirección, del pedido de más
policías, se encaminan las teorías de control social, que refieren que “si hay
bajo autocontrol se debe proponer mayor
control parental y la sanción de comportamientos problemáticos, políticas
preventivas”
Para todos que lo miran por TV
En
las entrevistas podemos visualizar que la inseguridad, como construcción social
y representación, se plantea, tal como explica Martini “los acontecimientos
cuentan menos que las representaciones imaginarias a las que ellos mismos dan
origen y encuadran. No importa tanto qué pase realmente como qué representación
se construye de eso que pasa”[51].
Esto se ve plasmado en las respuestas unánimes de los entrevistados quienes no
han sido asaltados y no más de un par de veces testigos de algún robo peor que,
sin embargo, pueden afirmar holgadamente que la inseguridad es algo que acecha
a todos, a cualquier hora, en cualquier lugar. Esto se relaciona con la
construcción d su imaginario que, como afirma Martini, tiene que ver con los
medios y la opinión pública.
Citan
las noticias, mencionan episodios de robo que nunca vivieron- más que por televisión-
pero conocen – y no en carne propia-, construyen un escenario de inseguridad
más dramático, más imaginado, que el que viven. Uno de los testimonios
rescatados afirma:
“Hoy mataron a uno en Lomas de
Zamora porque salió del banco con la plata, lo esperaron dos chicos y le
robaron. Y después tenés que escuchar gente del gobierno que te dice “es
sensación de inseguridad”.[52]
Un
comentario similar adujo:
“Ustedes se acuerdan hace poco cuando mataron a este muchacho
(señalando una foto e Diego Rodríguez, modelo) bueno la madre estaba
desesperada (…). Pero acá una noticia tapa la otra. A los dos o tres días murió
Kirchner y el tema de este chico pobrecito quedó en la nada (…) acá una noticia
tapa la otra por eso constantemente lo que fue ayer pasado mañana fue. Y todas
las noticias que no conocemos. Todas las salideras bancarias y cosas”.[53]
Esto
ejemplo es también una descripción de la mecánica de la agenda mediática sobre
la visibilidad que le da a las noticias, a unas y no a otras y cómo eso impacta
en las personas. Si los hechos noticiables hacen referencia a una cercanía
geográfica, o la información es conocida entonces esas personas puede
visibilizar la acción de la agenda-setting donde la lógica de noticias está
organizada para sobreponer una información
otra.
De
un modo similar, Esther Madriz hace alusión a este tema: “De los miles de
crímenes que se cometen todos los días, sólo son unos pocos los que llegan a
ser noticia y esos pocos son seleccionados porque se cree que excitarán las
emociones del público y porque venderán. También contribuyen a la producción de
una cultura visual mediada por los medios, que alimenta y es alimentada por los
supuestos predominantes sobre la delincuencia, los delincuentes y los no
delincuentes, las víctimas y las no víctimas.”
Pudimos
ver, entonces, la relación de los imaginarios, los medios y el sentido común
actuando bajo una lógica de poder por la cual la visibilidad mediática de
ciertos acontecimientos que, luego incide en la construcción de representaciones
del sentido común, organiza en parte los discursos sobre “inseguridad”,
“delito” y presente.
Hay un antes y un ahora
La
idea de que -parafraseando a Martini- “se cruza una situación de crisis de un
presente con los recuerdos de un pasado” cercano, responsable (“hace dos o tres años que cada vez está peor”), y uno lejano – que no se
identifica en una fecha precisa- como sacralizados; lo vemos en la valoración
altamente positiva de épocas anteriores que hacen los informantes.
A
lo largo de las entrevistas se hace presente el imaginario de que “todo tiempo
pasado siempre fue mejor” y en relación a la plaza se produce una nueva
polarización donde el bien vive en el pasado y el mal acecha el presente. Frases
como “el barrio desmejoró mucho” dicen
implícitamente que el barrio antes estaba mejor de lo que ahora y, al
profundizar en la repregunta, los valores que se asocian al pasado son los
mismo que se asocian a los ciudadanos, a
la gente bien, a comerciantes y
compradores: antes era “más seguro, más limpio”. En contraposición, el
presente es calificado en general como “un desastre” y en la repregunta aparece
así como consecuencia de quienes habitan la plaza “pungas,
ladrones (…) gente que duerme en la calle”.
La vendedora de la lencería plante
que la plaza es:
“Un
desastre, desde que vinimos a ahora, decayó muchísimo. Indigentes,
prostitutas, borrachos. Decayó mucho a nivel general. Y con el subte que
tenemos acá en construcción, lamentablemente la obra esta que está acá parada
hace tres años, también. Nos trajo una decadencia,
un bajón tremendo en cuanto a la cantidad de público, de gente”[54]
Con
referencia a Plaza Flores, los entrevistados creen que está cada vez peor
debido a la afluencia de personas que no desean en la zona (“indigentes,
prostitutas, borrachos”), y que antes se encontraba más limpia y reservada.
La
idealización del pasado se relaciona con lo más reaccionario y pacato del
sentido común que ve en él las glorias que hoy son caos y, que además legitiman
el intento de volver atrás, “de sustituir las estructuras actuales (…) en
nombre de realidades sociales más profundas y antiguas”:
“Y va a cambiar (la plaza) cuando cambien los que nos gobiernan, y
piensen como pensaban por ahí, hace cincuenta o cien años, que si hacían algo,
la vergüenza de que todos los miraran a ellos y a sus familias, a sus hijos, a
sus nietos... cosa que hoy no ocurre, hoy no les importa nada”[55]
“Hace 40 años atrás, estaban tu mamá, tu hija... todos esos no están
más, esos desaparecieron... ahora están ellos...”[56]
Vemos
que la idea de pasado idealizado pareciera remitirse a una edad común, cuando
cada uno de los entrevistados era joven, y no a una fecha particular en la
historia Argentina. El entrevistado de
casi 40 años plantea que “hace 10, 15 años esto no pasaba” el de casi 70 años
idealiza un pasado de hace 40 o 50 años, y los demás hacen la comparación con
quienes los entrevistan, nosotros, al decirnos “a su edad”.
CONCLUSIONES
A
modo de concluir este trabajo pero, sin la intención de cerrar este debate,
podemos decir que entre los comerciantes de Flores pueden visualizarse varios
imaginarios en torno a la
Plaza Flores.
En
primer lugar y, como ejemplificamos en el análisis, vemos una construcción positiva del pasado con un
sentido de revalorización sobre el mismo, donde los males que parecen poblar a
la plaza están relacionados con el presente y existe ese ideal romántico de que
“todo pasado siempre fue mejor”. El pasado se presenta además como una
categoría construida en relación a la juventud del entrevistado y no a un
momento histórico determinado.
En
segundo lugar pudimos observar la incidencia de la agenda pública y de los
medios en la conformación de estos imaginarios. De otra forma, más allá del
sentido común, no podemos explicar sino la relación de las veces que fueron
asaltados o testimoniaron un robo al discurso según el cual “te roban siempre
en cualquier lugar y a cualquier hora”.
Por
último nos parece muy curioso y, por eso lo destacamos, el hecho de que en los
discursos se relaciona a la inseguridad el concepto de incertidumbre.
[3] “El sentido común es mezquinamente misoneísta y conservador y hacer
penetrar en él una nueva verdad es la demostración de que esta verdad tiene una
gran fuerza de expansión y de evidencia.”. Gramsci, Antonio, “Introducción” en La política y el Estado moderno.
[4] Wallerstein, Innmanuel, “La construcción de los pueblos: racismo,
nacionalismo y etnicidad” en Raza, Nación
y clase, p. 122.
7 Ibíd.
[14] Madriz, Esther, “Víctimas inocentes y culpables” en A las niñas buenas no les pasa nada malo p.100
[26] Martini, Stella, op.cit., p. 10
[27] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[28] Entrevista N°4 ver Anexo
[29] Entrevista Nº 2 ver Anexo
[30] Entrevista Nº 4 ver Anexo
[31] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[32] Entrevista Nº 6 ver Anexo
[33] Goffman, Erving, “Actuaciones” en La
presentación de la persona en la vida cotidiana, p 11.
[34] Entrevista Nº 2 ver Anexo
[35] Entrevista Nº 3 ver Anexo
[36] Entrevista Nº 4 ver Anexo
[37] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[38] Entrevista Nº ver Anexo
[39] Madriz, Esther, “Víctimas
inocentes y culpables” en A las niñas
buenas no les pasa nada malo
[40] Entrevista Nº 3 ver Anexo
[41] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[42] Entrevista Nº 6 ver Anexo
[43] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[44] Entrevista Nº 3 ver Anexo
[45] Madriz, Esther, “Víctimas inocentes y culpables” en A las niñas buenas no les pasa nada malo
[46] Entrevista Nº 1 ver Anexo
[47] Entrevista Nº 2 ver Anexo
[48] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[49] Entrevista Nº 6 ver Anexo
[50] Entrevista Nº 4 ver Anexo
[52] Entrevista Nº 3 ver Anexo
[53] Entrevista Nº 5 ver Anexo
[54] Entrevista Nº 4 ver Anexo
[55] Entrevista Nº 3 ver Anexo
[56] Entrevista Nº 4 ver Anexo
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