Y ahora hay graffitis donde estaba tu reflejo, y el banco mojado en lugar de tus besos. Escribió desordenada en su desprolija mente al son de un ya no te espero, tampoco te sueño. Caminó por Serrano hasta que se hizo Borges, entonces siguió por Thames y se largó a llover.
Hacía ya dos años desde la última vez que por casualidad lo había cruzado en plaza San Martín camino a Retiro. Nunca había entendido qué los había apasionado, todo tan intenso, todo tan rápido. El fue su “primer amor de cama”. Ella un número más en la lista de él, uno importante, siempre le hacía saber. No sabía tampoco qué la había llevado a enojarse tanto y decirle de frente y tan falta de tacto no sos más que un pedante, incapaz de querer a nadie. Y él, siguiendo el guión de García Marquez osó retrucarla de manera imbécil uno viene al mundo con sus polvos contados, y los que no se usan por cualquier causa, propia o ajena, voluntaria o forzosa se pierden para siempre. Ella no atinó a darle vuelta la cara de una cachetada porque él fue más rápido, la apretó contra su cuerpo y la besó. Se fue impune y desde ese día no hablaron más.
Hacía ya dos años desde la última vez que por casualidad lo había cruzado en plaza San Martín camino a Retiro. Nunca había entendido qué los había apasionado, todo tan intenso, todo tan rápido. El fue su “primer amor de cama”. Ella un número más en la lista de él, uno importante, siempre le hacía saber. No sabía tampoco qué la había llevado a enojarse tanto y decirle de frente y tan falta de tacto no sos más que un pedante, incapaz de querer a nadie. Y él, siguiendo el guión de García Marquez osó retrucarla de manera imbécil uno viene al mundo con sus polvos contados, y los que no se usan por cualquier causa, propia o ajena, voluntaria o forzosa se pierden para siempre. Ella no atinó a darle vuelta la cara de una cachetada porque él fue más rápido, la apretó contra su cuerpo y la besó. Se fue impune y desde ese día no hablaron más.
Juana no entendía qué lo hacía irresistible y cómo podía odiarlo y quererlo tanto, todo al mismo tiempo. No había salido prevenida, a la vida, y si la agarraba alguna lluvia, feliz se empapaba. Pero hacía rato que las tormentas no paraban. En Guatemala volvió a Borges y entró a El Preferido. Nunca habían ido juntos pero ambos lo frecuentaban. Se decidió por el almacén y pidió una milanesa con fritas. Para una niña bonita y un poco triste antes le marcho una tortilla, le dijo cordialmente José, como acostumbraba, y le abrió una Sprite.
La lluvia ya había parado así que caminó hasta la estación, sacó boleto y se sentó a esperar su tren. Había mucha gente y aún se sentía sola. Distinguió los zapatos, y más que eso la forma de caminarlos. Hoy volví a la plaza donde una vez nos encontramos. Ya no había árbol de palta, ni ese olor a faso lejano. ¿Fumás? le preguntó.
Y así eran ellos, como las luces que juegan en los rieles, que en las sombras se mueren y en el sol renacen, que en el espanto de perderse se encuentran y enfrentan adversidades, como las sombras, como los trenes.
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