Hacer la cama

Todavía conservo un juego de sábanas que era de mi madre. Pata de gallo, naranja y blanco de trama y unas escenas de caza en las almohadas. Perros galgos y hombres con pantalón bombilla y botas. Un algodón impecable, como los de antes, la suavidad al taparse sin que raspe, sin que pese, sin que pique. Y un detalle no menor, el doblés superior cosido adrede del revés para que al dar vuelta la sábana , sobre sí misma o sobre el edredón, quede del derecho entera hasta los pies.

No sé si me explico bien, no importa. De cualquier manera no importa. Ahora  las sábanas se hacen todas mal, incluso las buenas y caras. Están mal pensadas y mal cocidas. Hay que elegir si tener del derecho la sábana entera o el doblés superior. Es el infierno  de cualquier obsesivo. Es un chiste malo. Es una trampa. Es la evidencia exacta de que a esta altura a todos les importa un carajo hacer bien la cama.

Con lo lindo que es meterse limpio y perfumado en una cama recién hecha de sábanas calentitas pasadas por la plancha.  Qué manera de romper todo desde las costumbres hasta los caprichos. Con lo bien que nos hacen los caprichos. Porque lo de la sábana bien hecha no es otra cosa que no tener que elegir, tenerlo todo, la sábana del derecho y el doblés también.

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